La gran mayoría de adolescentes y adultos pensamos que ya sabemos suficiente sobre ciberseguridad como herramienta fundamental para proteger nuestros derechos y pertenencias, especialmente en este mundo cada vez más digitalizado y en constante evolución.
Pero la realidad es que no es así. A medida que las tecnologías avanzan y la educación digital gana terreno, tanto en el ámbito académico como en el profesional, se multiplican los riesgos asociados a la exposición en el entorno digital. Por ello, considero que cada vez es más importante que compartamos y hablemos de todas esas claves para alcanzar una ciberseguridad efectiva. Creo que todas ellas deben partir de la educación, la prevención y la concienciación.
Como ejemplos de prácticas más efectivas para combatir la desprotección y las ciber-estafas podemos señalar el uso de contraseñas seguras y robustas, la autenticación de dos pasos, la actualización de los dispositivos y las aplicaciones, y el uso de herramientas de seguridad como antivirus y firewalls. Asimismo, la práctica de simulaciones de ataques cibernéticos en entornos educativos o formativos y la propuesta de ejercicios de resolución de problemas pueden ser grandes aliados para reforzar nuestra protección y evitar filtraciones y accesos no autorizados en el sector de la educación digital.
Y en este punto, podemos preguntarnos, ¿cuáles son esas amenazas o debilidades más frecuentes? Está demostrado que las amenazas más comunes incluyen malware, phishing, ransomware o secuestro de datos y ataques de ingeniería social, que buscan manipular a los usuarios para obtener acceso a sus sistemas. A nivel europeo, se estima que más del 30% de los incidentes de seguridad involucran el uso de ransomware, lo que subraya la necesidad de estar mejor preparados para hacer frente a estos ataques.
Asimismo, los informes de seguridad nacional reflejan cada vez más incidentes en este ámbito, que deben poner la voz de alarma y reiterar la hipótesis de que nuestro principal peligro es sentirnos seguros en un contexto en el que para nada lo estamos. Así, quisiera destacar, por ejemplo, el registro del Centro Criptológico Nacional, que solo en 2023 gestionó más 107.000 incidentes en España, mientras que el INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad) recogió unas 58.000 incidencias que afectaron a la ciudadanía (usuarios de internet) y otras 22.000 a empresas privadas.
No obstante, no me gustaría manifestar una postura tremendamente alarmista y quisiera arrojar un poco de luz a este escenario. También existen fortalezas en lo que a ciberseguridad respecta. La creciente conciencia pública sobre su importancia, unida a avances tecnológicos en seguridad y a leyes más estrictas en la protección de datos, nos posicionan en una mejor situación para enfrentar estas amenazas. La colaboración entre organizaciones y la inversión en nuevas tecnologías de seguridad también ofrecen grandes oportunidades para adelantarnos a los ciberdelincuentes.
También es interesante destacar el posicionamiento de España en cuanto a estos avances. En la edición de 2024 del Índice de Ciberseguridad Global de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), publicada precisamente el mes pasado, España figuraba en el nivel 1 tanto en el ámbito global como en el de la Unión Europea.
Este tipo de logros deben inspirarnos para continuar en la senda de la seguridad y la protección, sin olvidarnos de la importancia de la capacidad crítica y de los riesgos que el uso de las nuevas tecnologías puede implicar.
Por ello, debemos tener muy presente que la formación y la educación digital son las armas más efectivas para luchar contra los ciberataques. Según datos de las instituciones europeas, la ciberdelincuencia seguirá aumentando en la Unión y se prevé que siga una tendencia creciente y agravada, ya que se estima que 41.000 millones de dispositivos en todo el mundo estén conectados a la internet de las cosas de aquí a 2025.
En conclusión, la ciberseguridad es y seguirá siendo una parte vital de la educación digital. El aumento de la dependencia digital de las sociedades exige una respuesta robusta en términos de prevención, concienciación y preparación frente a posibles ataques. No olvidemos que aún queda mucho por recorrer para integrar la ciberseguridad en nuestro día a día y fomentar una cultura de seguridad que involucre a todos los sectores. Es una responsabilidad común continuar educando y fortaleciendo nuestros sistemas para garantizar entornos de aprendizaje seguros y protegidos para todos.
José Cáliz, director del Departamento de IT de Faro Edtech